domingo, 4 de mayo de 2014

Tuppers y copas anchas de champaña.

Hoy pasé a una gran despensa, en ella, en un rincón, había una estantería repleta de recipientes de plástico con tapa hermética en una de sus baldas, en la otra había unas polvorientas copas de vino espumoso. Sin duda, en otros tiempos, ambos tipos de objeto habían sido de gran utilidad. Los retoños se llevaban repletos los recipientes de comida congelada que la madre guardaba, día a día, para que les sirviera de sostén durante los años de carrera universitaria fuera de la ciudad. Pequeñas dosis de amor materno con tapas rosas, o azules, o verdes... Los retoños han crecido, se han independizado, han emigrado y ya no son necesarios, pero la madre se resiste a tirarlos "¿quién sabe...?" se dice cada primavera que limpia es estante. Justo encima hay un juego de seis copas de champán, el polvo es el retenido por casi un año de roña y humo de la cercana cocina. Con ellas se brindó cuando los padres se enteraron del primer embarazo, el primer bautizo, muchas nocheviejas, más embarazos, más bautizos, primeras comuniones, compromisos, cumpleaños... pero ya hay pocas celebraciones en la casa, todo se celebra en otros lugares, en casa de los hijos que disfrutaron de las comidas descongeladas, o en restaurantes de más o menos postín, dentro de poco la madre las sacará de la despensa, las fregará con un estropajo de los que no rayan y pensará "quién sabe...?".

Y sin otro particular, me despido hasta la próxima.

viernes, 21 de febrero de 2014

Reflexiónes e inmediateces.

Que sí, que ya se que no escribo con la asiduidad que me (y os) gustaría, que tendría que escribir al menos una vez a la semana, que no os cuento lo que me acontece, ni lo que se me pasa por la mente... y no es por falta de tiempo, si no por las nuevas tecnologías. Me explico... cuanto tenía mis antiguos blogs, donde vivo no había cobertura móvil, no había adsl, tenía que conectarme vía telefónica, podría escribir en la página, volverme a conectar y publicar la entrada (parece el pleistoceno, pero hace menos de 4 años). No me interrumpían las aplicaciones de mensajería instantánea, no estaba con jueguecitos de pájaros enfadados, no alimentaba a un bicho con pinta de patata, en fin... que no me distraía con el móvil de última generación que me conecta al mundo de una forma inmediata y absorbente.

Pensaba hace unos días, mientras iba al trabajo, que antes tenia más tiempo, no se si por opción u obligación, tenía más tiempo para estar conmigo mismo, para pensar sobre qué y cómo escribir, salía más de noche y contaba lo acontecido en esas horas, en definitiva, vivía de una forma diferente.

Ahora ya medio ennoviado, teniendo que contactar con él por teléfono que algunas veces no deja de sonar en toda la mañana, tarde o noche. El vicio que les tengo a los juegos que no paro hasta matar a todos los gorrinos del dichoso jueguecito de los pájaros (con todas sus variantes), las redes sociales, las actualizaciones, las nuevas app que bajarse de la tienda virtual, el juego que instalo y luego desinstalo por que no me ha gustado... vamos, que antes tenía más tiempo para mi, y menos para estar pendiente de una pantalla, que no es que no quiera darlo, pero también echo en falta un poco de soledad física y virtual.

Y sin otro particular, me despido hasta la próxima.




lunes, 20 de enero de 2014

Lejanías.

Siempre me invade la misma sensación, reforzada por los comentarios de la otra persona, "estoy lejos".

La pasada semana tuve una agradable visita, todo fue muy bien, hasta la última noche, "que pena que estés tan lejos" me dice, mientras estamos acurrucados en el sofá. "Es la historia de mi vida" le digo yo. Ser la céntrica capital de una provincia tan extensa como en la que vivo es lo que tiene. Aún así todo parece ser que vamos a repetir...

Y sin otro particular, me despido hasta la próxima.