Tal día como ayer, 23 de diciembre, el
que escribe esto cumplió 35 otoños, aún no primaveras, y
sinceramente, lo llevo mal. Ya sé que cumplir años es alegría,
señal de que estás aquí, con tu gente, que puedes celebrarlo...
que sí, que sí... pero no puedo evitar sentir que tengo la edad que
tengo, que estoy más cerca de los 40 que de los 30, que me planteo
que hago con mi vida, que no sé por qué ha de celebrarse que uno se
va ajando... y todo esto, para más inri, en plena vorágine navideña
de turrones, sidras y villancicos por doquier.
En mi habitual choque de sensaciones,
también he de decir, que agradezco que la gente me felicite en el
'caralibro', me whasappee, me llame, me de dos sonoros besos en la
mejilla, me estire de las orejas, vamos, que se acuerden de uno. A mi
me pasa, no se si a vosotros, mis asiduos lectores también, que al
ver en la agenda, en el muro el facebook, al sonarte una señal en el
móvil, al llamarte tu madre diciendo que llames a tal o cual persona
“que cumple los años”, como le gusta decir (las madres, esas
agendas andantes)... Resumiendo, cuando alguien cumpleaños yo
siempre recuerdo los buenos momentos vividos con esa persona, esas
charlas íntimas en la barra de un bar, en el banco de un parque,
paseando..., esas risas en tal o cual rincón, ese viaje de
descubrimiento mutuo, la intimidad de una mirada.... Pensándolo
mejor, no está tan mal cumplir años, se van acumulando buenos
momentos, los malos que se queden atrás, en lo más recóndito y
perdido de la memoria.
Como dice una burbuja de esa conocida
marca de cava... ¡¡FELICES FIESTAS!!
Y sin otro particular, me despido hasta
la próxima.